En la miseria y el destino

En la miseria y el destino

Me gustaría que el silencio fuera tangible para que lo escucharas con el corazón en el pecho, que inclinarás tu mente ante las posibilidades que te dan mis manos y las aventuras que te regalan mis brazos. Sin pretender que seamos un problema más bien, una aventura por el ojo que la mire. Para que vivamos a toda marcha y sin prisa en este valle de cuentos, fábulas y versos. Aquellos que viven, lloran y ríen, ojalá encuentren sosiego en dos caminantes tan ciegos como lo son ellos, pero tan resilientes como lo son pocos. Quizás pretendamos soñar en Suiza y estar en casa sin leña para el frío o en Ámsterdam con una cerveza en la orilla de algún canal y estar en el sofá buscando descanso del trabajo arduo; pero si soñamos, luchemos para que sea vivido. 

A lo mejor seamos tontos al pensar que el amor dura para siempre y que quedaremos grabados como reyes de nuestro destino en una lápida conmemorativa. Tal vez, enfrentamos la vida desde el punto de vista incorrecto, tan inmaduros y tan jóvenes. Alzando la mirada al cielo para ser gentiles con nosotros mismos y sacarnos de la miseria en que vivimos. Quizás la pureza de la vida esté más allá de donde nuestros pies caminan o de donde nuestros ojos observan. Dirán algunos que se encuentra en la paz, la armonía y el amor; otros en la sangre, guerra y terror, pero quién tendrá la razón si todas las partes arden de igual manera en un pedazo de papel que solo quiere escribir la historia. Sin embargo, seríamos más tontos si dejáramos de pensar por nosotros mismos y nos cerráramos a la posibilidad de amar y descubrir lo desconocido, si dejáramos a un lado la búsqueda de la plenitud y la virtud. 

Tratemos de ser audaces para ser agradecidos y perdonar los delitos. A lo mejor así alcancemos una tranquilidad que sobrepasa nuestro entendimiento. Entendamos que no todos los consejos nos llevan a viejos y, probablemente, nuestra aventura termine tirada en algún baúl, pero si de algo ha de servir, que sea para vivir intensamente como si la felicidad dependiera de ello.

Algunas personas no quieren que sepamos ciertas lecciones, para que estemos atrapados en un industria consumista y egoísta. No quieren que sepamos que hay vida más allá de la que vivimos, que el desapego es una herramienta que te libra de tormentas y te enseña a desprenderte de las heridas del cuerpo, de la gente que asfixia y maltrata. Por eso, algunos vivimos en una capsula que no parece tener escapatoria siendo tan cómoda que nos gusta y, cuando descubrimos los prados verdes y bondadoso, se nos dificulta aceptar nuestra nueva realidad. 

¡Qué más da! Si hoy lo que deseamos es ser más libres. Sacar del pecho los lienzos que queremos pintar. Quemar las historias perdidas, lo amores fallidos, las mentiras compartidas y todo aquello que lastima. Así que, tómame de las manos y no me sueltes. Guíame sin maltratarme. Apóyame sin cuestionarme. Corrígeme sin juzgarme. Ámame aceptándome. Vivamos sin preocuparnos porque hoy estamos soltando lo que nos tiene atados. 

Considera que florecen bondades y virtudes en los campos áridos de las malas actitudes y los malos tratos, que las posibilidades son infinitas cuando decides seguir adelante, que el amor, la verdad y la razón son pilares que defienden más que los yelmos y los escudos. Considera que la gentileza y la honradez hacen a un hombre más que las reinas y concubinas que pueda tener. Es su destreza y su sabiduría que determinan lo lejos que puede llegar a ser. Así que, aprende. 

Las flores, aunque no lo creas, cantan y lloran, sufren y ríen, deciden y se atan, viven y mueren; por eso, se te entrega una para que la cuides. 

Recuerda ser agradecido, aunque la oscuridad alumbre tu rostro y la desesperación abrume tu cuerpo. Vale más un corazón agradecido y arrepentido, que uno altanero y solitario. 

Si en la miseria y el destino nos perdemos, encontremos otras almas que amen tanto el rostro triste y desprotegido como el cuerpo alegre y bendito. 

Escrito el martes 12 de enero 2021

 

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