La psicología de la felicidad: ¿realidad o imposición social? – ¿Nos obligan a ser felices en un mundo de apariencias?
Hace algunas décadas el concepto de felicidad se ha promovido de muchas formas por distintas vías, incluso, algunos dirían que se ha prostituido, quizás, esto no pueda estar más lejos de la realidad o no puede existir una verdad más certera que esta. Lo que sí es bien sabido que distintos gurúes, coaches y demás afines, la promueven como el fin último de la vida, aseguran que si no somos felices es porque sencillamente no estamos haciendo lo suficiente. Es, incluso, una industria gigantesca que vende toneladas de libros, cursos, retiros espirituales, apps con suscripciones mensuales y demás conglomerado. Entonces, ¿la felicidad es una «ambición natural» o es una imposición social y por defecto, nos condicionan a que sigamos «La Industria de la Felicidad»?
Si buscamos un poquito más atrás, quizás algunos siglos, nos percataremos que desde los grandes filósofos como Sócrates, Platón, Séneca; hablaban del autoconocimiento, la búsqueda de la superación personal y la disciplina. También en textos como Tao Te Ching de Lao Tsé o las enseñanzas de Buda, donde compartían ciertos principios para mejorar la vida. La Biblia, el Hinduismo también proveen sus ideas sobre el desarrollo del ser y de cómo vivir mejor. Es decir, este concepto de perseguir la felicidad ha estado por siglos en la mente del ser humano originando dudas, investigación y dinero.
Cuando comenzó a ser más popular, el término de «autoayuda» y/o desarrollo personal no había mucha referencia, además de las mencionadas anteriormente y los estoicos, que, por cierto, esta corriente de pensamiento y de modo de vida, está volviendo a ser tan popular como en su época. Al parecer se están cansando de los libros de «autoayuda» y «superación personal». Entonces, para el siglo XIX este concepto comenzó a tomar forma por libros como «Self-help» y «Piense y Hágase Rico». Otros en el siguiente siglo continuaron la misma corriente y ya para el siglo XXI toda una industria estaba creada.
Hace no tanto se popularizó lo denominado como «psicología positiva», elevando las experiencias positivas de la vida e ignorando las negativas. Pero esta corriente mercantilista, y quizás de pensamiento, se encontró con desafíos que cuestionan su veracidad y tenacidad. En primer lugar, su elocuente participación en el mercado, dejando claro con la simpleza que se tratan temas profundos, usando la ciencia o la supuesta para vender y buscar soluciones rápidas. Además, de crear modas que no tienen el suficiente peso científico como «si piensas positivo, atraerás éxito y cosas buenas».
En segundo lugar, dejan completamente de lado las emociones y experiencias negativas que son, sin lugar a dudas, claves para el crecimiento y el bienestar. Tercero, se exceden al enfocar tanto la responsabilidad individual, dejando de lado otros factores externos como los problemas de salud mental. Y cuarto, ¿cómo miden la felicidad? ¿Es estadística? ¿Cómo saben que un individuo es menos feliz que otro, por los títulos que posee, por los bienes?
En cambio, la ciencia, aunque continúan investigaciones en el campo de la psicología, sí arroja una respuesta más aterrizada: «La felicidad no es un estado permanente, sino que fluctúa». Y de que toda esta fanfarria de la psicología positiva y el pensamiento positivo, no es más que solo mercantilismo y la búsqueda de lo simple ante temas complejos, que, sin duda, esto conlleva más factores importantes como las relaciones interpersonales y la salud mental.
Ahora, en esta sociedad actual, conectada, digital; el concepto de felicidad parece ser más impuesto que un deseo personal. Todo está ligado al éxito personal y la productividad. Debemos ser felices y sentir cierta pasión por el trabajo que tenemos, las relaciones y la vida en general. Pero de nuevo, todo esto parece más un concepto vacío y engañoso que algo real y tangible. Esto ignora todas las demás variables tanto internas como externas del ser humano. Si hablamos de cómo promueven la felicidad las redes sociales, estaríamos hablando que la vida no es más que una versión más grande y realista de Photoshop. Todo está supereditado y optimizado para creer en los colores que vemos y de lo que realmente pasa, no sabemos. Esto lo que genera una persecución obsesiva por llenar estos estándares, comparándose con todos, persiguiendo realidades falsas.
Puede ser completamente frustrante perseguir este sentido moderno de felicidad que está más idealizado que asentado a la realidad. Esto generar sensación de insuficiencia e insatisfacción hasta con lo más simple de la vida y todo este positivismo parecer ser más tóxico que «positivo», promoviendo, incluso, ansiedad. Vemos filtros pero no corazones.
La felicidad es una industria, un ideal bien elaborado del marketing, pero también es un estado subjetivo y una experiencia humana compleja. Se trata de encontrar un equilibrio entre todas estas herramientas que nos ofrece este mundo posmoderno y digital, sin caer en las trampas de la industria y «la felicidad del consumo». ¿Somos realmente felices o estamos condicionado por una imposición social?
Cito:
«La felicidad no se persigue; debe seguirse. Uno tiene que tener una razón para ‘ser feliz’.»
– Viktor Frankl