Anduve en tantos enredos que perdí la cuenta; probé la felicidad momentánea y el placer de muchas formas. Las noches eran largas y durante el día soñaba con estar en lugares diferentes donde la paz y la armonía eran parte de una vida con más propósito. Puesto que al despertar temía por esas llamadas sigilosas que me envolvían y montaban en la misma ola.
Ese ciclo comenzaba a mostrarse como una cacofonía en mi cabeza, pero por bondad o suerte, vi esa morena bailando como si quisiera romper el piso sin importar nada ni nadie más. Su cintura se sentía en toda la sala y sus manos se alzaban y danzaban como si la música saliera directamente de ellas. Se veía su piel sudorosa y aun así se podía sentir un olor fuerte y a la vez cauteloso, pero la forma de brillar de su piel; nunca había visto algo parecido. Pero si debo de ser sincero, me fascinó no solo su sonrisa; fue su culo moviéndose con tal sintonía que todo su cuerpo fluía como olas de mar y esas curvas que la hacían ver la mujer más perfecta de todo el lugar.
Me imaginé acercándome a ella miles de veces en un segundo, pensé en todas las probabilidades, pero fue ella quien me sorprendió diciéndome que dejara de verla tanto y que la sacara a bailar. No puedo explicar cómo mi cintura se acomodó a la de ella o cómo la sala quedó en completo silencio cuando unimos nuestro cuerpo al bailar el perreo intenso. No me explico cómo dejó de estar completamente llena a estar vacía al sentir su cálido aliento o cómo dejaba sus labios entreabiertos por la euforia de bailar junto a mí. Esos labios tan perfectos y carnosos que me llamaban por mi nombre. Ella me susurró en el oído que tenía la mirada más hermosa que haya visto, que no podía explicar lo atractiva que le resultaba. Me decía que había otras, pero que la mía estaba llena de algo más, como si la llamara y la sedujera con amor.
Ella me cautivó cada día y cada noche que la sostuve en mis brazos. Esa morena enviada desde el cielo me hipnotizó con la suavidad de su piel y los movimientos de su pelvis. La encontré justo cuando buscaba mi otra mitad. Este mundo vacío se quedó sin sentido, pero tú le diste color. Bailar contigo, estar contigo, visitar los lugares que nos llenan como la playa y las montañas del norte. Estar en el frío bajo la luna con solo su luz, siendo dos cuerpos completamente desnudos, queriendo pertenecer al otro en cuerpo y alma, sin vacilación ni timidez. Con tal fuerza que la piel deje de ser nuestra.
No buscaba mi otra mitad ni quien me llenara el alma. Te encontré a ti en esos lugares que visitaba solo por costumbre. Morena, me erizas la piel y la haces sentir como si fuera de terciopelo. Bombeas con tu dulzura cada centímetro de mi cuerpo. Me llevas a lugares nunca visitados por un pobre hombre que solo ha deseado amar y ser amado. Tú que te ves como el principio de la primavera o como cuando las hojas comienzan a caer, que irónicamente es hermoso. Eres la bailarina que danza entre el amor y el placer, la línea delgada entre la obsesión y la cordura. Eres el baluarte preferido de cualquier artista. La estrecha complejidad entre la verdad y la mentira. Eres la extraña belleza en los ojos de cualquiera, pero todo en los míos.